domingo, 22 de enero de 2012

¿Dónde se encuentra tu felicidad?


Cuando tenemos un estado positivo, las personas nos buscan y emerge la amistad y el amor.

La mayoría de las respuestas de las reacciones emocionales han existido desde hace mucho tiempo y surgieron como parte de un proceso de adaptación y supervivencia de la especie humana.

Las emociones negativas son nuestra defensa en contra de amenazas externas, y nos ayudan a enfrentarlas. El miedo es una señal de defensa ante un peligro, la tristeza es una respuesta adaptativa ante una perdida, y el enojo surge cuando alguien nos ataca o invade.

Las emociones positivas como la alegría, el placer, la serenidad, la esperanza o la tranquilidad también cumplen un propósito evolutivo, ya que se ha encontrado que amplían nuestros recursos intelectuales, físicos y sociales, y permiten construir reservas que nos ayudan a enfrentar amenazas.

¿Qué necesitas para ser feliz?

La felicidad no es un estado simple, o estático de la mente. Sus principales componentes son el placer físico, la ausencia de emociones negativas y el sentido de que nuestra vida tiene coherencia y significado.

El placer físico es resultado de un aumento de neurotransmisores cerebrales como la dopamina y la serotonina. Se puede producir por una experiencia sensorial o sexual o por rutas más complejas.

La ausencia de emociones negativas es esencial para la felicidad, porque tan pronto sentimos miedo, enojo o tristeza, se reduce el placer.

Los responsables
La amígdala y el hipotálamo son las estructuras responsables de las emociones negativas. Enfocarnos en tareas mentales no emocionales inhiben la actividad en la amígdala, y es por ello que se dice que hay que “mantenerse ocupado para alejar los malos pensamientos”.

Sin embargo, la ausencia de tristeza y la presencia de placer no son suficientes para mantener un estado completo de bienestar. Para esto es necesario que las áreas ventromediales prefrontales del cerebro estén activas.

La corteza ventromedial frontal crea una sensación de cohesión y de integración; sin ella el mundo se ve fragmentado y sin sentido. El hemisferio cerebral derecho es más sensible a lo negativo, mientras que la actividad en la corteza prefrontal izquierda genera sentimientos positivos que inhiben el flujo negativo de la amígdala.

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